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Las delicadas hojas del hinojo marino crecen junto al mar y atesoran durante todo el invierno los sabores que arrastran las brisas marinas. Al acabar la primavera se recolectan delicadamente y se conservan en pequeños tarros para que, al abrirlos, junto con un suave toque de vinagre, los brotes crujientes puedan romperse en nuestra boca, liberando todo aquello que guardan y transportarnos desde cualquier punto en que estemos a la orilla del Mediterráneo.